jueves, 20 de diciembre de 2007
Camilo José Cela: LA COLMENA
Todo lo que pasa es un milagro para el gitanito, que nació de milagro, que come de milagro, que vive de milagro y que tiene fuerzas para cantar de puro milagro.
Si el tiempo sobra es porque, como es tan poco, no sabemos lo que hacer con él.
Los hombres se divierten con las frescas, pero al final se casan con las decentes.
La cabeza humana es un aparato poco perfecto. ¡Si se pudiera leer como en un libro lo que pasa por dentro de las cabezas!
jueves, 8 de noviembre de 2007
J. M. Coetze: LA EDAD DE HIERRO
Abrazamos a nuestros hijos para ser rodeados por los brazos del futuro, para llevarnos a nosotros mismos más allá de la muerte, para ser transportados.
Los niños no pueden imaginarse lo que es morir. Ni siquiera se les pasa por la cabeza que no son inmortales.
¿Qué sentido tiene la caridad cuando no se da y se recibe de corazón?
Los huesos más preciados por los arqueólogos son los retorcidos por la enfermedad o los mellados por una flecha: huesos marcados con una historia propia de una época previa a la historia.
Para tener la mente en paz, para tener el alma en paz, necesitamos saber qué viene después de nosotros, qué presencia llena ahora las habitaciones en las que antaño nos sentíamos en casa.
La sangre es preciosa, más preciosa que el oro y los diamantes. Porque toda la sangre es una: un solo estanque de vida repartido entre nuestras existencias separadas, pero unido por la naturaleza: prestada, no dada; repartida, confiada, para que la preservemos: parece que viva en nosotros, pero solamente lo parece, porque lo cierto es que nosotros vivimos en ella.
La muerte puede ser el último gran enemigo de la escritura, pero escribir también es el enemigo de la muerte.
El hombre: la única criatura que tiene una parte de su existencia en lo desconocido, en el futuro, como una sombra proyectada delante de sí. Que todo el tiempo intenta atrapar esa sombra escurridiza, habitar en la imagen de su esperanza.
No hay ninguna mentira que no tenga un núcleo de verdad. Solamente hace falta saber escuchar.
Las cicatrices son sitios por donde el alma ha intentado marcharse y ha sido obligada a volver, ha sido encerrada, cosida dentro.
Después de haber cuidado de ti, me queda poco sitio en el corazón.
Josefina R. Aldecoa: HISTORIA DE UNA MAESTRA
Lo que no se comparte no deja huella ni nostalgia.
África es la víctima del hombre blanco.
Ser madre es una gloria y una condena al mismo tiempo.
sábado, 27 de octubre de 2007
Jorge Amado: MEMORIA DE UN NIÑO
Los personajes de las obras de ficción resultan de la suma de figuras que se impusieron al autor, que forman parte de su experiencia vital.
La herejía es siempre activa y constructora, abre caminos nuevos. La ortodoxia envejece y pudre las ideas y los hombres.
No hay derecho mayor y más inalienable que el derecho a soñar. El único derecho que ningún dictador puede recortar y suprimir.
Julio Cortázar: LAS BABAS DEL DIABLO
Nunca se sabrá cómo hay que contar esto, si en primera persona o en segunda, usando la tercera del plural o inventando continuamente formas que no servirán de nada. Si se pudiera decir: yo vieron subir la luna, o: nos me duele el fondo de los ojos, y sobre todo así: tú la mujer rubia eran las nubes que siguen corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros sus rostros.
Cuando se anda con la cámara hay como el deber de estar atento, de no perder ese brusco y delicioso rebote de un rayo de sol en una vieja piedra, o la carrera trenzas al aire de una chiquilla que vuelve con un pan o una botella de leche.
lunes, 1 de octubre de 2007
Susanna Tamaro: DONDE EL CORAZÓN TE LLEVE
Las lágrimas que no brotan se depositan sobre el corazón, con el tiempo lo cubren de costras y lo paralizan como la cal que se deposita y paraliza los engranajes de la lavadora.
Los pensamientos de un viejo no tienen futuro, por lo general son tristes, y si no tristes, melancólicos.
La vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana.
Renunciar a uno mismo lleva al desprecio.
El amor no conviene a los perezosos, para existir en plenitud exige gestos fuertes y precisos.
El carácter es mucho más apreciado en el mundo que la personalidad.
Es cómico, pero justamente la distracción es lo que nos permite llegar al centro de las cosas.
En la vida hace falta tener generosidad: cultivar el pequeño carácter propio sin ver nada más de lo que hay alrededor significa seguir respirando pero estar ya muerto.
El corazón es el centro del espíritu.
El corazón se parece a una cámara de combustión. Allí dentro hay tinieblas, tinieblas y fuego.
Tan moderna es la mente, como antiguo el corazón. Se piensa entonces que quien hace caso al corazón se aproxima al mundo animal, a la falta de control, mientras que quien hace caso a la razón se acerca a las reflexiones más elevadas. ¿Y si no fuesen así las cosas, si fuese verdad exactamente lo contrario? ¿Y si ese exceso de razón fuese lo que deja desnutrida a la vida?
El hombre se parece cada vez más a una radio que solamente es capaz de sintonizar una franja de frecuencia. El uso excesivo de la mente produce más o menos el mismo efecto: de toda la realidad que nos rodea sólo logramos captar una parte restringida. Y en esa parte frecuentemente impera la confusión, porque está toda repleta de palabras, y las palabras, la mayor parte de las veces, en lugar de conducirnos a un sitio más amplio nos hacen dar vueltas como un tiovivo.
La comprensión exige silencio.
En el rostro está todo. Está tu historia, están tu padre, tu madre, tus abuelos y bisabuelos, tal vez incluso algún tío lejano del que ya nadie se acuerda.
Los recuerdos tristes dormitan largo tiempo en una de las innumerables cavernas de la memoria; se mantienen allí durante años, decenios, la vida entera. Después, un buen día vuelven a la superficie, el dolor que los había acompañado vuelve a estar presente, tan intenso y punzante como lo era aquel día de hace tantos años.
Es extraño, pero a menudo ocurre que determinadas personas, importantes en nuestra existencia, al principio no nos gustan nada.
El error en el que siempre incurrimos es el de creer que la vida es inmutable, que una vez metidos en unos raíles hemos de recorrerlos hasta el final. En cambio, el destino tiene mucha más fantasía que nosotros. Justamente cuando crees encontrarte en una situación que no tiene escapatoria, cuando llegas al ápice de la desesperación, con la velocidad de una ráfaga de viento cambia todo, queda patas arriba, y de un momento a otro te encuentras viviendo una nueva vida.
Entre nuestra alma y nuestro cuerpo hay muchas pequeñas ventanas, y a través de éstas, si están abiertas, pasan las emociones, si están entornadas se cuelan apenas; tan sólo el amor puede abrirlas de par en par a todas y de golpe, como una ráfaga de viento.
Nunca podré creer en los dogmas, en las historias que han inventado otros hombres como yo.
Nos robábamos las palabras de la boca, pensábamos las mismas cosas, las decíamos de la misma manera, parecía que nos conociéramos desde hacía años y no desde hacía dos semanas.
En la vida de cada hombre, sólo existe una mujer con la cual puede conseguir una unión perfecta, y en la vida de cada mujer sólo hay un hombre con el que ella puede ser completa.
En la lejanía, ni siquiera los amores más grandes, los más absolutos, se libran de la duda.
La comprensión nace de la humildad, no del orgullo del saber.
Entender de dónde venimos, qué hubo antes de nosotros, es el primer paso para poder avanzar sin mentiras.
Cometer errores es natural, irse sin haberlos comprendido hace que se vuelva vano el sentido de una existencia.
Las cosas que nos ocurren nunca son finalidades en si mismas, gratuitas; cada encuentro, cada pequeño suceso encierra un significado, la comprensión de nosotros mismos nace de la disponibilidad para recibirlos, la capacidad de cambiar de dirección en cualquier momento, de dejar la vieja piel como las lagartijas al cambiar la estación.
Encontrar escapatorias cuando no se quiere mirar dentro de uno mismo es la cosa más fácil de este mundo. Siempre existe una culpa exterior, hace falta mucha valentía para aceptar que la culpa -o mejor dicho, la responsabilidad- nos pertenece tan sólo a nosotros. Sin embargo es ésta la única manera de seguir avanzando.
Si la vida tiene un sentido, ese sentido es la muerte, todas las demás cosas sencillamente giran alrededor de ella. Que hemos de morir lo sabe hasta el último de los hombres. Es cierto, con el pensamiento lo sabemos todos, pero saberlo con el pensamiento es una cosa y saberlo con el corazón es otra completamente distinta.
Sólo el dolor hace crecer, pero el dolor hay que enfrentarlo directamente; quien se escabulle o se compadece está destinado a perder.
El corazón del hombre es como la Tierra, una mitad iluminada por el sol y la otra en la sombra. Ni siquiera los santos tienen luz en todas partes.
Por el simple hecho de que existe el cuerpo, somos sombras de todas maneras, somos anfibios como las ranas: una parte de nosotros vive aquí, en lo bajo, y la otra tiende hacia lo alto. Vivir es tan sólo tener conciencia de esto, saberlo, luchar para que la luz no desaparezca derrotada por la sombra.
Desconfíe de quien es perfecto, de quien tiene las soluciones ya listas en el bolsillo, desconfíe de todo, salvo de lo que le dice su corazón.
Cuando somos niños nos gusta mucho subir a los desvanes, en la vejez no tanto. Todo lo que era misterio, descubrimiento aventurero, se vuelve dolor del recuerdo.
No hay nada tuyo, tú eres joven, estás viva, el desván no es todavía tu sitio.
Tengo la sensación de que ahora todo está más acelerado. Al terminar cada día nos sentimos más cansados, cada vez más, al terminar una vida, exhaustos. No sé si esto les ocurre a todos en los últimos días de la existencia, esta repentina sensación de haber vivido demasiado, de haber visto demasiado, de haber sentido demasiado.
Podrás comprenderme solamente si has llevado a cabo ese misterioso recorrido que conduce desde la intransigencia a la piedad.
Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer.
viernes, 21 de septiembre de 2007
José Luis Sampedro: REAL SITIO
La ciencia avanza, la técnica innova... pero no añaden nada al vivir humano, tejido con emociones más que con razones... Las razones se añaden luego, para justificarnos: seguimos amando y odiando como en Grecia.
Hay que sentirse abierto y saber aceptar. Los caminos del encuentro son imprevisibles y es menester andar alerta para no descuidarse en las encrucijadas... ¡Las encrucijadas de la vida! Son la oportunidad para saltar, y aparecen inesperadamente.
No es lo mismo la ley que la justicia.
La sensación de haber vivido una tarde en el paraíso, donde todo pasa sin pasar nada.
Torcuato Luca de Tena: LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS
Carmen Laforet: NADA
Nunca has sabido lo que quieres y siempre estás queriendo algo.
viernes, 7 de septiembre de 2007
Eduardo Mendoza: EL AÑO DEL DILUVIO
No sé cuándo me enamoré de ti ni cómo sucedió tal cosa, porque trato de recordar y me parece que te he querido siempre y trato de entender y no encuentro razón en el mundo para no amarte.
Ramón del Valle-Inclán: SONATA DE OTOÑO
Victor Hugo: LOS MISERABLES
Su velo es una noche tejida.
Intentar, desafiar, persistir, perseverar, ser fiel a si mismo, luchar cuerpo a cuerpo con el destino, asombrar a la catástrofe con el poco miedo que nos cause, ora haciendo frente a los poderes injustos, ora insultando la victoria llena de embriaguez, resistir y persistir, éstos son los ejemplos que necesitan los pueblos; ésta es la luz que los electriza.
Mirad a través del pueblo y descubriréis la verdad.
Esa vil arena que oprimís bajo los pies, echadla en el horno, se fundirá, cocerá, se hará brillante cristal; y gracias a él, Galileo y Newton descubrirán los astros.
Todos, sin excepción, tenemos nuestros seres respirables. Si nos faltan, nos falta el aire, y nos ahogamos. Entonces se muere.
¡Morir por falta de amor es horrible! ¡La asfixia del alma!
Estoy en la noche: hay un ser que al irse se ha llevado el cielo.
Estar echados juntos en la misma tumba con las manos enlazadas, y de tiempo en tiempo, en las tinieblas, acariciarnos suavemente un dedo; esto bastaría a mi eternidad.
En el primer amor se toma el alma antes que el cuerpo.
Amin Maalouf: LEÓN EL AFRICANO
Es sed a la vera de un pozo el amor,
el amor no es fruto, sino que es la flor.
jueves, 23 de agosto de 2007
Simone de Beauvoir: LA MUJER ROTA
- La juventud y eso que los italianos designan con una palabra tan bella: la stamina. La savia, el fuego que permite amar y crear. Cuando has perdido eso, lo has perdido todo.
La luna brillaba y también la pequeña estrella que la escolta fielmente.
- Eres maravillosa, porque al dar gusto a los otros te das gusto a ti.
- Sí, es una forma de egoísmo.
- La más deliciosa que exista.
No se modifica la vida sin modificarse uno mismo.
Es uno de esos instantes conmovedores en que la tierra está tan de acuerdo con los hombres que parece imposible que todos no sean felices.
Los recuerdos más lejanos parecen siempre los más hermosos.
Fue el amor loco, el amor prudente: el amor.
Juan José Millás: LA SOLEDAD ERA ESTO
jueves, 12 de julio de 2007
Milan Kundera: LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER
El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer).
Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento.
El que está en el extranjero vive en un espacio vacío en lo alto, encima de la tierra, sin la red protectora que le otorga su propio país, donde tiene a su familia, sus compañeros, sus amigos y puede hacerse entender fácilmente en el idioma que habla desde la infancia.
Mientras las personas son jóvenes y la composición musical de su vida está aún en sus primeros compases, pueden escribirla juntas e intercambiarse motivos, pero cuando se encuentran y son ya mayores, sus composiciones musicales están ya más o menos cerradas y cada palabra, cada objeto, significa una cosa distinta en la composición de la una y de la otra.
Quien busque el infinito, que cierre los ojos.
El campo de concentración es un mundo en el que las personas viven permanentemente juntas, de día y de noche. La crueldad y la violencia no son más que rasgos secundarios (y no imprescindibles). El campo de concentración es la liquidación total de la vida privada.
Las preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.
¿Qué es la coquetería? Podría decirse que es un comportamiento que pretende poner en conocimiento de otra persona que un acercamiento sexual es posible, de tal modo que esta posibilidad no aparezca nunca como seguridad. Dicho de otro modo: la coquetería es una promesa de coito sin garantía.
No tenía nada en común con esos héroes decididos a mirar valientemente a los ojos al pelotón de fusilamiento. Lo único que quería era alejar el momento de la muerte. Sentía que en el momento en que tuviera los ojos vendados se encontraría en la antesala de la muerte, de la cual no existe camino de regreso alguno.
Así es el momento en que nace el amor: la mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma asustada; el hombre no puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz.
Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también.
El río fluye de una edad a otra y las historias de la gente transcurren en la orilla.
El carácter único del "yo" se esconde en lo que hay de inimaginable en el hombre. Sólo somos capaces de imaginarnos lo que es igual en todas las personas, lo general. El "yo" individual es aquello que se diferencia de lo general, o sea lo que no puede ser adivinado y calculado de antemano, lo que en el otro es necesario descubrir, desvelar, conquistar.
Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse "memoria poética" y que registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida.
El amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética.
Los personajes no nacen como los seres humanos del cuerpo de su madre, sino de una situación, una frase, una metáfora en la que está depositada, como dentro de una nuez, una posibilidad humana fundamental que el autor cree que nadie ha descubierto aún o sobre la que nadie ha dicho aún nada esencial.
Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo.
La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas. En la situación dada sólo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones.
Si la excitación es el mecanismo mediante el cual se divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que escapamos al Creador. El amor es nuestra libertad.
Amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias más extravagantes del Creador.
La única manera de salvar el amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar de otro modo el reloj de nuestra cabeza y excitarnos viendo una golondrina.
La pregunta es como un cuchillo que rasga el lienzo de la decoración pintada, para que podamos ver lo que se oculta tras ella.
La realidad es más que un sueño, mucho más que un sueño.
La nostalgia del Paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre.
La luna colgando de un cielo aún no oscurecido le parecía como una lámpara que han olvidado apagar y que ha estado encendida todo el día.
Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia.
La felicidad es el deseo de repetir.
El horror es un impacto, un momento de absoluta ceguera. El horror está desprovisto de toda huella de belleza. No vemos más que la intensa luz del acontecimiento desconocido que aguardamos. La tristeza, por el contrario, presupone que sabemos.
La luz del horror perdió intensidad y el mundo empezó a verse bajo una iluminación azulada, tierna, que hacía las cosas más bellas de lo que eran antes.
Mario Benedetti: LA VECINA ORILLA
El confort es muelle, cada vez más muelle; ablanda, aquieta, inmoviliza. Y si a pesar de todo te movés, es para ganar más plata, a fin de conseguir más confort.
No siento (al menos, todavía) esa locura que otros me han contado que sienten. Cosas como querer estar toda la vida junto a ella, o sentir una opresión en el pecho (al punto que a veces se parece al infarto) o venirle a uno incontenibles ganas de salir a caminar solo y bajo la luna, y si no hay luna bajo los semáforos.
lunes, 25 de junio de 2007
Ramón J. Sénder: RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL
¡Qué cosa es la vida! Hasta que nació ese crío, yo era sólo el hijo de mi padre. Ahora soy, además, el padre de mi hijo.
Todos habían mirado al niño aquella mañana, sobre todo el padre, felices, pero con cierta turbiedad en la expresión. Nada más misterioso que un recién nacido.
Los chicos y los animales quieren a quien los quiere.
Le preguntó si había estado en la casa de Dios.
- Mire, Mosén Millán. Si aquello es la casa de Dios, yo no merezco estar allí, y si no lo es, ¿para qué?
Los curas son las únicas personas a quienes todo el mundo llama padre, menos sus hijos, que los llaman tíos.
- Hablas de bajar la cabeza. ¿Quién va a bajar la cabeza? Sólo la bajan los cabestros.
- Y los hombres honrados cuando hay una ley.
Lo que hicieron los hombres, los hombres lo deshacen.
Si el cántaro da en la piedra, o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro.
Sin risa y sin llanto la vida podía ser horrible como una pesadilla.
viernes, 8 de junio de 2007
Carmen Martín Gaite: NUBOSIDAD VARIABLE
Siempre me ha gustado tumbarme mirando al techo, es mi preparación para soñar, para calmarme o para decidir cualquier cosa. Y cuanto más espacio medie entre los ojos y la tapia contra la que se estrellan, más libre es el viaje del pensamiento, más sorpresas puede dar.
Recobrar siempre ha sido más excitante que cobrar, aunque también más propenso a espejismos.
Crecer es empezar a separarse de los demás, reconocer esa distancia y aceptarla.
Solamente prestamos atención a lo que ya vivimos o a lo que esperamos vivir; a lo que nos está pasando casi nunca le hacemos caso, contamos con ello como algo normal.
Todavía recuerdo el beso que me dio antes de levantarse y salir corriendo, como alma que lleva el diablo. Un beso de fuego líquido, de los que dejan cicatriz.
Era lo único que quería: salir volando por la ventana a surcar el cielo de mayo, antes de que se borrara el recado de las nubes.
Ser amigo de alguien es desearle que vuele.
Tampoco el prisionero puede olvidar los barrotes de la cárcel.
- El alma humana se parece a las nubes. No hay quien la coja quieta en la misma postura.
- Pues si ya los sabe, déjela a su aire y no se ande inventando cepos para cazarla.
Prefiero el presente al condicional.
Recuerda que no hay una sola verdad, sino muchas. Que cada instante está plagado de átomos que lo refractan en mil sensaciones posibles.
Los ángeles del aire me abanican de verdad, me rozan los labios con sus alas, me despeinan.
Es demasiado cansado pasarse la vida plantándole cara a la soledad. ¿No resultaría más sensato poder pactar con ella?
No se engañe nadie, no pensando que ha durar lo que espera más que duró lo que vio.
Es difícil salirse del tumor del pasado dejando indemne el tejido del presente, tan delicado y frágil como un pétalo.
¿Quién ennegreció el oro? ¿Por qué el oro fino perdió su brillo?
Las bromas verbales de la primera edad son el último texto que se borra del cerebro, incluso cuando ya todos los textos se confunden y enmarañan.
El roce de otro te calma y disipa las nieblas que rodeaban tu existencia, te parece que vas a donde sea pero en compañía y por buen camino.
A veces uno solo pierde la brújula.
Hay amores de novela y amores para casarse.
A veces la madeja no la puede desenredar más que el que la ha enredado.
A nadie se le deja de querer por sus defectos, sino porque descubres que no te interesa interpretarlos ni comprenderlos.
Decir las cosas puedes no decirlas y hasta parece que así has dejado de pensarlas, pero no, las piensas igual o más, te andan por dentro arañando, cavando surcos, y quién sabe si no dañarán al bazo o al páncreas esos surcos.
La cuestión es pasar el rato, pasarlo sin daño, que los cristales rotos de ese tiempo devastador no se te claven.
No dar pasto al desánimo.
Abandonarse al sueño o a la ensoñación es como entrar en el teatro y al salir recordar la función sólo a medias, a sabiendas de que se va a borrar si no tenemos ocasión de comentarla con alguien.
El día es un cheque en blanco.
Los recuerdos están repartidos por habitaciones que el pensamiento visita cuando se le antoja, a un ritmo imprevisible, ajeno a nuestras riendas. Pensar es ir saltando de una en otra, y a esta aventura, si os veis embarcados en ella, no le pidáis razones cronológicas. Cada habitación lleva cuatro o cinco dentro, como las cajitas chinas, con la diferencia de que de una vez para otra alguien a tus espaldas las revuelve y transfigura.
La memoria es antojadiza y no sabemos con arreglo a qué criterio selecciona como perdurables ciertos decorados, mientras que otros, que albergaron en su día escenas más significativas, son relegados al reino de las sombras.
El olor a tortitas con nata lo asocio siempre a la decoración de aquella cafetería y a la mezcal de exaltación y deleite que produce a los catorce años entrar con una amiga en un local público e intercambiar con ella confidencias a media voz, una sensación de protagonismo y de fe en la vida que jamás se volverá a repetir.
Ciertos cariños de adolescencia cumplen sencillamente una etapa, como un compás de espera para amores de mayor envergadura.
No es que yo no supiera que podía gustarle a los hombres, claro que lo sabía. Pero se trataba de una información recogida en distintas ocasiones y guardada en reserva, frente a la que todavía no había tomado partido, porque no alteraba mis proyectos ni el ritmo de mi respiración.
Una persona enamorada emitiría otro resplandor, sería capaz de calentar a los demás con su propio fuego.
Qué pena no volver a tener veintipocos años, cuando llorar por la calle te embellecía, ni siquiera tenías que comprobarlo espiándote de reojo en la luna de los escaparates, se daba por hecho, todo te embellecía, nada dejaba marca.
Dejarme alcanzar por el dardo mágico de las estrellas, que no hace blanco más que en la gente tranquila y sin agobios.
La extrañeza, ese desarraigo repentino que nos hace cortar amarras con las referencias habituales, desenfoca los perfiles del mundo y nos lleva a la deriva.
Las estancias de paso son huellas en el agua.
No basta con dar un portazo y largarse a la calle para librarse del influjo de otras vidas que inciden en la propia.
Las cartas sólo se adornan sin trabas cuando se tiene la certeza -equivocada o no- de que el destinatario va a disfrutar muchísimo con su contenido y le va a saber a poco, entonces da igual lo que se ponga, aunque sean tonterías. Y ya no lo son. Precisamente deja de ser una tontería lo que se cuanta con ganas. En eso consiste.
Suéltame la lengua, oh Noc, le pedí, pero también refrénamela, como hiciste con Sherezade, márcame a tiempo las pausas para que siempre quede algo por contar y por escuchar, mañana sigo, mañana vuelvo, amén, oh Noc, amén.
Y él dijo, deteniéndose debajo de un farol, antes de besarme: "¿No te parece que ahora es siempre?" Y fue cuando supe que aquel amor me iba a asesinar lentamente, porque no era para durar.
Queda contado lo único que puede transmitirse de una historia de amor: los preliminares. Que es donde estalla su verdadero fulgor.
Con los ojos alzados al aparente vacío.
La fantasía y la lógica tienen que ir cogidas de la mano como dos hermanas, para que el universo no se trague su barca. Siempre juntas, siempre de la mano.
La sorpresa es una liebre, y el que sale de caza nunca la verá dormir en el erial.
La vida se había remansado en el trecho que mediaba entre sus ojos y los míos, había empezado a fluir transparente y mansa, como las aguas de un río al que te puedes abandonar sin miedo.
Las cosas más insensatas parecen adquirir sentido al repasarlas.
Lo que más importa de las historias, al margen del final que vayan a tener: registrar sus preliminares.
No se pueden dulcificar las iras de nadie cuando el que lo intenta no abriga en el fondo de su corazón dulzura de ningún tipo hacia el iracundo.
No hay en el mundo cosa más absurda y aburrida que una riña matrimonial.
De nuevo la cuchillada del pasado enturbió mi capacidad para entregarme al presente y entenderlo.
Los niños saben muy bien cuándo alguien los está creyendo.
Habría que tener mil vidas y mil corazones y mil cabezas para atender cabalmente y por orden a todas las imágenes y sentimientos náufragos que nos piden asilo al mismo tiempo.
Son como dos aviones enemigos el de la quimera y el de lo cotidiano y siempre hay uno que derriba al otro.
Me resulta menos gravoso hurgar en los acontecimientos del pasado que preguntarme por las causas de lo que está ocurriendo a mi alrededor.
Las ganas de vivir siempre resucitan un poco cuando te sientes útil y con facultades para echar una mano.
Cuando se te mete en la cabeza eso, que qué pinta uno en ninguna parte ni quién, como no sea algún pelmazo, te puede echar de menos, es cuando se te quitan las ganas de vivir.
Estuve escribiendo a ratos y otros exhumando letra muerta de ese cementerio de cuitas amorosas propias y ajenas, a cuyo pie se han secado las flores de cuantos juraron no olvidar un momento único en que brotó el "para siempre".
Nunca es el sopor sino la necesidad de desahogo lo que nos echa de casa a horas intempestivas y nos lleva a buscar asilo en otra cama, a la orilla del mar o entre las cuatro paredes de una taberna.
Atender a un asunto ajeno es remedio eficacísimo contra la parálisis.
Te voy a contar lo que menos rodeo necesita, lo que sólo nos duele cuando cesa, que estoy enamorada de quien ya no me quiere.
Ya tenemos un huerto regado a medias y sólo nuestro: el de la añoranza. No me lo descuides.
Con los años uno se va pareciendo sin querer a sus padres, más todavía en los defectos que en las cosas buenas.
Los hijos no se deben engendrar para darle gusto a la madre de uno ni siquiera a la posible madre del niño, en lo que hay que pensar es en ese niño, si caes en mirar a los hijos, antes incluso de que nazcan, como fuente de satisfacción personal o terreno a colonizar y no como en seres independientes, entonces apaga y vámonos.
De todos los pozos se puede salir cuando se enciende la curiosidad por saber lo que estará pasando fuera mientras uno se hunde.
Lo peor del egoísta es que no se quiere nada a él mismo, aunque se haya venido diciendo siempre lo contrario, y es por eso incapaz de querer a los otros, porque de donde no hay no se puede sacar.
George Orwell: REBELIÓN EN LA GRANJA
Antoine de Saint-Exupéry: EL PRINCIPITO
Lo esencial es invisible a los ojos.
Si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco.
El tiempo que perdiste por tu rosa, hace que tu rosa sea tan importante.
Sólo los niños saben lo que buscan. Pierden tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran...
lunes, 4 de junio de 2007
Miguel de Unamuno: LA TÍA TULA
Cuando la vio gozar, sufriendo al darle su primer hijo, es cuando comprendió cómo es el amor más fuerte que la vida y que la muerte y domina la discordia de éstas; cómo el amor hace morirse a la vida y vivir la muerte; cómo él vivía ahora la muerte de su Rosa y se moría en su propia vida.
Gabriel García Márquez: EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA
El problema de la vida pública es aprender a dominar el terror, el problema de la vida conyugal es aprender a dominar el tedio.
Todo lo que hicieran desnudos era amor. Amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo.
A la mierda abanico, que es tiempo de brisa.
Estaba contra toda razón científica que dos personas apenas conocidas, sin parentesco alguno entre si, con caracteres distintos, con culturas distintas, y hasta con sexos distintos, se vieran comprometidas de golpe a vivir juntas, a dormir en la misma cama, a compartir dos destinos que tal vez estuvieran determinados en sentidos divergentes.
El problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el amor, y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno.
El que no tiene memoria se hace una de papel.
La gente que uno quiere debería morirse con todas sus cosas.
Nada se parece tanto a una persona como la forma de su muerte.
Se volvió a morder la lengua para que no se le saliera la verdad por las tantas goteras que tenía en el corazón. La lluvia no le dio una tregua de sol para pensar.
No creo en Dios, pero le tengo miedo.
El amor se hace más grande y noble en la calamidad.
Demasiado amor es tan malo para esto como la falta de amor.
-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó.
Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.
-Toda la vida -dijo.