lunes, 25 de junio de 2007

Ramón J. Sénder: RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL

Era viejo, y estaba llegando a esa edad en la que la sal ha perdido su sabor.

¡Qué cosa es la vida! Hasta que nació ese crío, yo era sólo el hijo de mi padre. Ahora soy, además, el padre de mi hijo.

Todos habían mirado al niño aquella mañana, sobre todo el padre, felices, pero con cierta turbiedad en la expresión. Nada más misterioso que un recién nacido.

Los chicos y los animales quieren a quien los quiere.

Le preguntó si había estado en la casa de Dios.
- Mire, Mosén Millán. Si aquello es la casa de Dios, yo no merezco estar allí, y si no lo es, ¿para qué?

Los curas son las únicas personas a quienes todo el mundo llama padre, menos sus hijos, que los llaman tíos.

- Hablas de bajar la cabeza. ¿Quién va a bajar la cabeza? Sólo la bajan los cabestros.
- Y los hombres honrados cuando hay una ley.

Lo que hicieron los hombres, los hombres lo deshacen.

Si el cántaro da en la piedra, o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro.

Sin risa y sin llanto la vida podía ser horrible como una pesadilla.

No hay comentarios: