viernes, 5 de enero de 2024

Joël Dicker: LA VERDAD SOBRE EL CASO HARRY QUEBERT

Huyas donde huyas, tus problemas se menten en tu maleta y te siguen a cualquier parte. 

El arrepentimiento es un concepto que no me gusta: significa que no asumimos lo que hemos sido. 

Todo el mundo tiene demonios. La cuestión es simplemente saber hasta qué punto esos demonios son tolerables.

-¿Y cómo sabe uno que es escritor?

-Nadie sabe que es escritor. Son los demás los que se lo dicen. 

 La vida es una larga caída. Lo más importante es saber caer. 

Pensé que una estrella fugaz era una estrella muy bonita que tenía miedo de brillar, y huía lo más lejos posible. 

Un texto no es nunca perfecto. Simplemente hay un momento en el que es menos malo que antes.  

La vida, en términos generales, no tiene sentido. 

Ser escritor es estar vivo. 

Si no tiene el valor de salir a correr bajo la lluvia, no tendrá el valor de escribir un libro. 

La justicia no es la suma de simples hechos: es un trabajo mucho más complejo. 

Si los escritores son seres tan frágiles es porque pueden conocer dos clases de dolor afectivo, es decir, el doble que los seres humanos normales: las penas de amor y las penas de libro. Escribir un libro es como amar a alguien: puede ser muy doloroso. 

No sé si los escritores son solitarios o es la soledad la que empuja a escribir. 

La libertad, el deseo de libertad es una guerra en sí mismo. Vivimos en una sociedad de empleados de oficina resignados y, para salir de esa trampa, hay que luchar a la vez contra uno mismo y contra el mundo entero. La libertad es un combate continuo del que somos poco conscientes. 

El amor no es una obligación. 

Nunca se está seguro de nada. Por eso la existencia se vuelve muy complicada a veces. 

La enfermedad del escritor no es la de no poder escribir más: es la de no querer escribir más y ser incapaz de dejarlo. 

¿Sabe cuál es el único modo de medir cuánto se ama a alguien? Perdiendo a esa persona.

Lo importante no es la caída, porque la caída es inevitable, lo importante es saber levantarse. 

La vida tiene muy poco sentido y escribir da sentido a la vida. 

Hay un agradable olor a vacaciones.  

En esta sociedad los hombres a los que más admiramos son los que ponen en pie rascacielos, puentes e imperios. Pero en realidad, los más nobles y admirables son aquéllos capaces de poner en pie el amor. Porque es la mayor y la más difícil de las empresas. 

La vida es una sucesión de elecciones que después hay que asumir. 

Las palabras son de todos, hasta que uno demuestra que es capaz de apropiarse de ellas. Eso es lo que define a un escritor. 

Nuestra sociedad ha sido concebida de tal forma que hay que elegir continuamente entre razón y pasión. La razón nunca ha servido de nada y la pasión a menudo es destructiva. 

-¿Cuánto tiempo se necesita para escribir un libro?

-Depende. 

-¿Depende de qué?

-De todo. 

El día ya no era más que un halo que flotaba por encima del horizonte. 

El amor es un truco que se inventaron los hombres para no tener que lavarse la ropa. 

La vida es como una carrera a pie: siempre habrá gente más rápida o más lenta que usted. Todo lo que cuenta al final es la voluntad que ha puesto en recorrer el camino. 

Publicar significa que lo que se ha escrito en compañía de la soledad se escapa de pronto de las manos y desaparece entre la gente. 

Aprenda a amar sus derrotas, pues son las que le construirán. Son sus derrotas las que darán sabor a sus victorias. 

Escribir significa que es usted capaz de sentir mejor que los demás y transmitirlo después. Escribir es permitir a sus lectores ver lo que a veces no pueden ver. Si sólo los huérfanos contasen historias de huérfanos, no llegaríamos a ninguna parte. Eso significaría que no podría usted hablar de madres, de padres, de perros o de pilotos de avión, ni de la Revolución Rusa, porque no es usted ni madre, ni padre, ni perro, ni piloto de avión y no ha conocido la Revolución Rusa. Y si todos los escritores debieran limitarse a sí mismos, la literatura sería espantosamente triste y perdería todo su sentido. Tenemos derecho a hablar de todo, de todo lo que nos conmueve. Y no existe nadie que pueda juzgarnos por eso. Somos escritores porque hacemos diferente una cosa que todo el mundo a nuestro alrededor sabe hacer: escribir. Ahí reside todo nuestro ingenio. 

No escriba para que le lean: escriba para ser escuchado.  

Quien arriesga gana. 

Anhele el amor. Haga de él su más hermosa conquista, su única ambición. Después de los hombres, habrá otros hombres. Después de los libros, hay otros libros. Después de la gloria, hay otras glorias. Después del dinero, hay más dinero. Pero después del amor, no queda más que la sal de las lágrimas. 

El poder de los escritores es que deciden el final del libro. Tienen el poder de hacer vivir o de hacer morir, tienen el poder de cambiarlo todo. Los escritores tienen en sus dedos una fuerza que, a menudo, ni siquiera sospechan. Les basta con cerrar los ojos para cambiar radicalmente el curso de una vida. 

Un nuevo libro es una nueva vida que empieza. Es también un momento de gran altruismo: ofrece usted, a quien quiera descubrirla, una parte de sí mismo.

-Cuando llegue al final del libro ofrezca a sus lectores un giro argumental de último minuto. 

-¿Por que?

-Porque hay que tener al lector en vilo hasta el último momento. Es como cuando juega a las cartas: debe guardar algunos triunfos para el final. 

Escrbir es como boxear, pero también es como correr. Si tiene la fuerza moral de para realizar carreras largas, bajo la lluvia, con frío, si tiene la fuerza de terminar, de poner en ello toda su fortaleza, todo su corazón, y llegar hasta el final, entonces será capaz de escribir. No deje nunca que se lo impida el cansancio o el miedo. Al contrario, utilícelos para avanzar.

El último capítulo de un libro siempre debe ser el más hermoso. 

La verdad no cambia nada de lo que puede uno sentir por otro. Es el gran drama de los sentimientos. 

Cuando se ama, se es más fuerte. Se es más grande. Se llega más lejos. 

Los libros son como la vida. Nunca se terminan del todo.

Un buen libro no se mide sólo por sus últimas palabras, sino por el efecto colectivo de todas las palabras precedentes. Apenas medio segundo después de haber terminado el libro, tras haber leído la última palabra, el lector debe sentirse invadido por un fuerte sentimiento; durante un instante, sólo debe pensar en todo lo que acaba de leer, mirar la portada y sonreír con un gramo de tristeza porque va a echar de menos a todos los personajes. Un buen libro es un libro que uno se arrepiente de terminar.

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