Aquel juego vital que incorporaba lo imprevisto a las previsiones.
Cada uno de nosotros posee mayor poder sobre el mundo de lo que se imagina.
La esperaba con su playa de arena negra, metálica, con brillos de cobre, en pelea de olas con el mar azul, en cuyo movimiento se daban todos los posibles tonos que se multiplicaban en encajes bordados y cambiantes de espuma blanca.
Las pocas palabras habían dejado su voz, de tonos graves y dulzura tranquila, pegadas en los rincones de sus oídos.
La luminosa oscuridad nocturna.
Pasan de la libertad de la pobreza a la esclavitud de la miseria, eso sí, en pantalla y con canales norteamericanos, que sólo les dará ganas de irse, convencidos de que allí todo es posible.
Atarán a los perros que antes eran libres para que guarden las nuevas propiedades. Y para justificar el uso de televisiones, radios, frigoríficos, se quedarán más y más en casa.
Un mar azul, de espumas como encajes.
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