Lo que quiero es esa sensación, la sensación que consigo con él, la sensación de no haber errado en nada todavía.
Los rituales familiares se asemejan a esas flores del desierto increíblemente resistentes, capaces de florecer en los terrenos más inhóspitos.
Siento que jamás podré descansar hasta que me haya respondido a cada una de las preguntas que se agitan en mi cabeza como peces atrapados en una red. La mayoría de las preguntas se ahogan y mueren; un par de ellas, las más rotundas, las más pertinaces, se niegan a irse y dejarme en paz.
La agonía ha de cumplirse con independencia de dónde me encuentre.
Casarse y tener una familia es como emigrar.
La tristeza puede ser un terreno ideal para enterrarse a sí misma hasta que un buen día salta al exterior.
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