viernes, 11 de diciembre de 2020

Fernando Aramburu: PATRIA

Una mujer ha de estar muy desesperada para tratar de seducir a su marido después de doce años de matrimonio. 

El borde del tenedor, al chocar contra el fondo del plato, hacía un ruido enérgico, de loza enfadada. 

Es lo único para lo que yo quiero que haya infierno, para que los asesinos continúen cumpliendo allí su condena eterna. 

Aunque encienda todas las lámparas, lo acosa una especie de penumbra que persiste adherida a los objetos al modo de una capa de mugre tenaz y le pone una como pesadez triste en los párpados. 

Le dedicó una sonrisa postiza que le dejó una sensación gelatinosa, fría, de medusa muerta dentro de la boca. 

Día laborable, gris, de esos que parece que no terminan de estirarse, en los que todo es lento, está mojado y da lo mismo la mañana que la tarde. 

La soledad que ayuda a los hombres a volverse serenos y reflexivos. 

Nos esforzamos por darle un sentido, una forma, un orden a la vida, y al final la vida hace con una lo que le da la gana. 

El mar es grande. El mar es como Dios, que está cerca y lejos, que nos recuerda lo pequeños que somos. 

Abrigaba un orgullo sin palabras. Un orgullo de absorción, de fuera para dentro, como esponja que se impregna. 

Se le formó un hueco interior, un como flato existencial, fruto de la extrañeza. 

Se volvió taciturno, arrugado de frente, enfadado de miradas, amigo de andar solo. 

Un hombre puede ser un barco. Un hombre puede ser un barco con el casco de acero. Luego pasan los años y se forman grietas. Por ellas entra el agua de la nostalgia, contaminada de soledad, y el agua de la conciencia de haberse equivocado y la de no poder poner remedio al error, y esa agua que corroe tanto, la del arrepentimiento que se siente y no se dice por miedo, por vergüenza, por no quedar mal con los compañeros. Y así el hombre, ya barco agrietado, se irá a pique en cualquier momento. 

El mal tiempo barre a la gente de la calle. 

El sol, de retirada, trazaba sobre la superficie marina una franja de nerviosos espejos. 

Cómo se resiste la gente a devolverle al planeta los átomos prestados. De hecho, lo raro y excepcional es estar vivo.

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