lunes, 31 de marzo de 2008

Oscar Wilde: EL RETRATO DE DORIAN GRAY

La Academia es demasiado grande y vulgar. Siempre que he ido allí, o había tanta gente que me impedía ver los cuadros, lo que es terrible, o había tantos cuadros que me impedían ver a la gente, lo que es peor aún.

Sólo hay una cosa en este mundo peor que el que hablen de uno, y es que no lo hagan.

La belleza, la verdadera belleza, acaba allí donde empieza una expresión intelectual.

El intelecto es una forma de exageración en sí mismo y destruye la armonía de cualquier rostro. En el momento en que uno se sienta a pensar, se vuelve todo nariz, o todo frente, o cualquier otro espanto. Mira a los hombres de éxito en cualquier tema del saber. ¡Son completamente horribles! Excepto en la Iglesia, por supuesto. Pero es que en la Iglesia no se piensa. Un obispo sigue repitiendo a los ochenta años lo que le enseñaron a decir cuando era un muchacho de dieciocho, y como consecuencia natural siempre conservará un aspecto absolutamente encantador.

Es mejor no ser distinto a tus semejantes. Los feos y los estúpidos tienen la mejor parte en este mundo. Pueden sentarse tranquilamente y contemplar la representación con la boca abierta. Si nada saben de victorias, al menos se libran de conocer la derrota. Viven como deberíamos hacerlo todos: en paz, indiferentes y sin ninguna inquietud. Ni causan la ruina de otros, ni la reciben de manos ajenas.

He aprendido a amar los secretos. Parecen ser lo único capaz de prestarle cierto misterio o fantasía a la vida moderna. Lo más banal resulta delicioso con sólo esconderlo.

El único atractivo del matrimonio es que convierte una vida de engaños en algo indispensable para ambas partes.

La naturalidad no es más que una pose, y la más irritante de las que conozco.

Puedo creer cualquier cosa siempre que resulte absolutamente increíble.

Nosotros, pobres artistas, tenemos que dejarnos ver en sociedad de tanto en tanto, lo suficiente como para recordarle al público que no somos unos salvajes. Con un frac y una corbata blanca, cualquiera, hasta un agente de bolsa, puede lograr que se le califique de civilizado.

La conciencia y la cobardía son realmente lo mismo.

Es un pavo real en todo excepto en la belleza.

La risa no es un mal comienzo para la amistad, y es con mucho su mejor final.

Todas las precauciones son pocas cuando se trata de elegir enemigos. Yo no tengo ni uno sólo que sea estúpido.

No me gustan los hermanos. Mi hermano mayor se empeña en no morirse, y los más pequeños parecen decididos a seguir su ejemplo.

No puedo evitar el detestar a mis parientes. Supongo que proviene del hecho de que ninguno de nosotros soporta que otras personas tengan sus mismos defectos.

Cuando le expones una idea a un verdadero inglés -lo que siempre resulta imprudente-, jamás sueña ni en plantearse si ésta es correcta o equivocada. Lo único que considera importante es si uno cree en ella.

El valor de una idea no tiene absolutamente nada que ver con la sinceridad del que la expresa. De hecho, lo probable es que cuanto menos sincera sea la persona, más puramente intelectual sea la idea, ya que en ese caso no estará impregnada de sus carencias, deseos o prejuicios.

Me gustan más las personas que los principios, y lo que más me gusta en este mundo son las personas sin principios.

No hay nada que el arte no pueda expresar.

Los poetas carecen de tantos escrúpulos. Saben lo útil que es la pasión para publicar. Hoy en día, un corazón destrozado produce un gran número de ediciones.

Un artista debe crear cosas bellas, pero nada de su propia vida debería expresarse en ellas. Vivimos en unos tiempos en los que el hombre trata el arte como si fuese una forma de autobiografía. Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza.

Sólo discute el que se encuentra perdido intelectualmente.

No hay duda de que el genio perdura más que la belleza. Eso explica que pongamos tanto empeño en sobreeducarnos. En la salvaje lucha por la existencia, queremos tener algo que perdure, y así nos llenamos la mente de basura y de hechos con la necia esperanza de mantener nuestro puesto.

El hombre perfectamente informado: he ahí el ideal moderno. Y la mente de una persona perfectamente informada se convierte en algo espantoso. Es como una tienda de antigüedades, todo monstruos y polvo, con las cosas tasadas muy por encima de su valor.

Lo peor de vivir un romance de cualquier tipo es que le hace a uno perder todo sentido del romanticismo.

Los que permanecen fieles sólo conocen el lado trivial del amor: son los infieles los que sufren sus tragedias.

Las mujeres son incapaces de apreciar la belleza; al menos las que son honestas.

El mundo es muy grande y está lleno de gente maravillosa.

La buena influencia no existe. Toda influencia es inmoral, inmoral desde el punto de vista científico. Porque influir en una persona significa entregarle el alma. Ya no piensa con sus propios pensamientos, ni se consume en sus propias pasiones. Sus virtudes dejan de ser reales. Sus pecados, si es que existe tal cosa, son algo prestado. Se convierte en el eco de una música ajena, en el actor de un papel que se ha escrito para otro.

El fin de la vida es el desarrollo personal. El perfecto desarrollo de la propia naturaleza: he ahí nuestra razón de ser.

Hoy en día, la gente tiene miedo de sí misma. Han olvidado su principal deber, el deber que uno tiene consigo mismo. Naturalmente, son caritativos. Dan de comer al hambriento y de vestir al mendigo. Pero privan de alimento a su propia alma y están desnudos.

El valor ha abandonado a nuestra raza. Puede que nunca lo hayamos tenido. El terror a la sociedad, que es el fundamento de la moral, el terror a Dios, que constituye el secreto de la religión: esos dos elementos nos rigen. Y sin embargo si un hombre viviese su vida con plenitud, integralmente, si diese forma a todos sus sentimientos y expresión a todos sus pensamientos, si hiciese realidad sus sueños, el mundo recibiría tal estímulo de renovada alegría que olvidaríamos todos los males del medievalismo para volver al ideal helénico, o a algo quizá más bello, más rico que el ideal helénico.

Hasta el más valiente de entre nosotros se teme a sí mismo.

La única forma de librarse de una tentación es ceder ante ella. De resistirse, el alma enfermará anhelando aquellas cosas que se ha prohibido, deseando lo que sus monstruosas leyes han convertido en terrible e ilícito.

Los grandes acontecimientos del mundo tienen lugar en la mente. Y es también en la mente, sólo en la mente, donde se cometen los grandes pecados.

Sólo los sentidos pueden curar el alma, como sólo el alma puede curar los sentidos.

La juventud es lo único que vale la pena.

Degeneramos en horribles títeres perseguidos por el recuerdo de las pasiones que nos dieron demasiado miedo, de las exquisitas tentaciones ante las que nos faltó valor para ceder.

Lo observó con el extraño interés por lo trivial que desarrollamos cuando lo verdaderamente importante nos atermoriza, o cuando nos conmueve una emoción por primera vez y no logramos exteriorizarla, o cuando un pensamiento que nos aterroriza pone cerco de súbito a nuestra mente y nos apremia a ceder.

¡Siempre! Odiosa palabra. Me echo a temblar cada vez que la oigo. ¡A las mujeres les gusta tanto utilizarla! Estropean todo romance al querer que sea eterno.

La única diferencia entre un capricho y una pasión de por vida es que el capricho dura algo más.

Me pregunto quién definió al hombre como un ser racional. Fue la definición más prematura que se ha hecho nunca. El hombre es muchas cosas, pero no racional.

La indumentaria del siglo diecinueve es detestable. Resulta tan sombría, tan deprimente. El pecado es el único elemento de color que le queda a la vida moderna.

¡Qué jaleos arma la gente con la fidelidad! Incluso en el amor es una pura cuestión de fisiología. No tiene nada que ver con nuestra voluntad. Los jóvenes quieren ser fieles pero no lo logran.

- Hoy en día los jóvenes se imaginan que el dinero lo es todo.
- Sí, y cuando se hacen mayores lo comprueban.

No necesito dinero. Sólo los que pagan sus facturas lo necesitan y yo nunca pago las mías.

Un caballero sabe de sobra lo necesario, y al que no lo es, todo saber le es perjudicial.

Las jóvenes americanas son tan hábiles en ocultar a sus padres como las inglesas en esconder su pasado.

- ¿Es bonita?
- Se comporta como si lo fuera. La mayoría de las americanas lo hacen así. Es el secreto de su encanto.

- ¿Por qué no se quedarán esas americanas en su país? Siempre están diciendo que es el paraíso de las mujeres.
- Lo es. Ésa es la razón de que, como Eva, estén tan tremendamente ansiosas por salir de él.

Me gusta saberlo todo sobre mis nuevos amigos, y nada sobre los viejos.

Detrás de lo exquisito de este mundo siempre se oculta una tragedia.

Hay algo terriblemente seductor en el ejercicio de una influencia. No hay otra actividad que se le iguale. Proyectar el alma en una forma grácil y dejarla allí detenida un instante; escuchar las propias ideas repetidas por otro con toda la música de la pasión y la juventud; traspasar el propio temperamento como si fuese un fluido sutil o un raro perfume; supone un verdadero goce, quizá el más satisfactorio que queda en una época tan limitada y vulgar como la nuestra, en una época groseramente carnal en sus placeres, y ordinaria y vulgar en sus aspiraciones...

Puedo soportar la fuerza bruta, pero la razón bruta me resulta intolerable.

El camino de las paradojas es el camino de la verdad. Para poner a prueba la realidad es necesario verla sobre la cuerda floja. Cuando las verdades hacen acrobacias, entonces podemos juzgarlas.

La ventaja de las emociones es que nos llevan por el mal camino, y la ventaja de la ciencia es que no es emocional.

La humanidad se toma a sí misma demasiado en serio. Es el pecado original del mundo. Si los hombres de las cavernas hubiesen sabido reír, la historia hubiese sido distinta.

Para recuperar la juventud, sólo hay que repetir las locuras de entonces.

Hoy en día la mayor parte de la gente muere de una especie de sentido común progresivo, y descubren cuando es demasiado tarde que lo único de lo que uno jamás se arrepiente es de sus propios errores.

No podría soportar una escena con este sombrero. Es demasiado frágil. Una palabra ruda lo arruinaría.

- Por usted dejaría plantado a cualquiera, duquesa.
- Eso es muy amable y un error por su parte.

El único público literario que hay en Inglaterra son los lectores de diarios, libros de texto y enciclopedias. De todos los pueblos del mundo, el inglés es el que tiene menos sentido de la belleza en literatura.

- Me esperan en el Ateneo. Es la hora en que echamos la siesta.
- ¿Todos ustedes?
- Cuarenta de nosotros en cuarenta sillones. Estamos practicando para una Academia inglesa de las Letras.

La puntualidad es el ladrón del tiempo.

Me gusta la música de Wagner más que la de cualquier otro. Es tan altisonante que se puede hablar todo el tiempo sin que oigan lo que uno dice.

Hoy en día, la gente sabe el precio de todo, pero no conoce el valor de nada.

Los hombres se casan por cansancio; las mujeres por curiosidad; y ambos resultan decepcionados.

No creo que me case. Estoy demasiado enamorado.

Las mujeres representan el triunfo de la materia sobre la mente, y los hombres el triunfo de la mente sobre la moral.

En última instancia, sólo hay dos tipos de mujeres: las feas y las atractivas. Las primeras son muy útiles. Si quieres ganarte una reputación de hombre respetable, no tienes más que invitarlas a cenar. Las otras mujeres son completamente encantadoras. Sin embargo, cometen un error. Se pintan para parecer más jóvenes. Nuestras abuelas se pintaban para intentar hablar con brillantez: el rouge y el esprit solían ir juntos. Eso se ha acabado. Una mujer no está completamente satisfecha si no parece diez años más joven que su propia hija.

En cuanto a la conversación, sólo hay cinco mujeres en todo Londres con las que merece la pena hablar, y dos de ellas están excluidas de la sociedad respetable.

La búsqueda de la belleza es el auténtico secreto de la vida.

Una grande passion es el privilegio de los que no tienen nada que hacer. Es la única ocupación de las clases ociosas de un país.

Los que sólo aman una vez en la vida son los verdaderamente superficiales. A lo que ellos llaman lealtad y fidelidad, yo lo llamo letargo de la costumbre o falta de imaginación.

La fidelidad es a las personas emocionales lo que la consistencia a la vida del intelecto: una simple confesión de fracaso.

La fidelidad tiene la pasión de la propiedad. Hay muchas cosas que desecharíamos de no temer que otros las recogiesen.

Cuanto más vivo más me convenzo de que todo lo que era suficientemente bueno para nuestros padres no es lo bastante bueno para nosotros.

El patetismo no me conmueve, pero la belleza, la sola belleza, puede llenarme los ojos de lágrimas.

Las mujeres corrientes no excitan nunca nuestra imaginación. Se limitan a su siglo. Ningún hechizo las transfigura. Uno conoce su mente con la misma facilidad que su sombrero. Siempre puedes encontrarlas. Carecen de misterio alguno. Por la mañana pasean en coche por el parque, y por las tardes parlotean tomando el té. Tienen una sonrisa estereotipada y una conducta a la moda. Son completamente obvias. ¡Pero una actriz! ¡Qué distinta es una actriz!

La única cosa digna de amarse es una actriz.

Sólo lo sagrado merece tocarse.

Cuando uno está enamorado, siempre comienza por engañarse a uno mismo y acaba engañando a los otros. En eso consiste lo que el mundo llama un romance.

Siempre hay algo infinitamente mezquino en las tragedias ajenas.

Es la personalidad, no los principios, lo que mueve los tiempos.

A la gente le encanta deshacerse de lo que más necesita. Es lo que yo llamo los abismos de la generosidad.

Los únicos artistas que personalmente me han parecido encantadores eran malos artistas. Los buenos sólo existen en aquello que hacen, y consecuentemente carecen de todo interés en lo que son. Un gran poeta, un poeta verdaderamente grande, es lo más poco poético que existe. Pero los malos poetas son absolutamente fascinantes. Cuanto peores son sus rimas, más pintorescos parecen. El mero hecho de haber publicado un libro de sonetos de segunda categoría vuelve a un hombre completamente irresistible. Éste vive la poesía que es incapaz de escribir. Los demás escriben la poesía que no osan poner en práctica.

Cuando se observa la vida en su extraño crisol de dolor y placer, no es posible ponerse una máscara de vidrio, ni evitar que los vapores sulfurosos perturben el cerebro y enturben la imaginación con monstruosas fantasías y sueños deformes. Hay venenos tan sutiles que para conocer sus propiedades es preciso enfermar por su causa. Hay males tan extraños que es necesario pasar por ellos para comprender su naturaleza. Y sin embargo, ¡qué gran recompensa se recibe a cambio! ¡Qué maravilloso lugar se vuelve el mundo! Conocer la extraña y dura lógica de la pasión y la rica vida emocional del intelecto, observar dónde coinciden y se separan, cuándo están en armonía y cuándo en discordia... ¡Es una delicia! ¿Qué importa cuál sea el precio? Nunca se paga un precio lo bastante alto a cambio de una sensación.

La gente ordinaria espera a que la vida le descubra sus secretos, pero para unos pocos, los escogidos, los misterios de la vida se revelan antes de que el velo se haya alzado. A veces ése es el efecto del arte, y sobre todo el de la literatura, que apunta directamente hacia las pasiones y el intelecto. Pero de tanto en tanto una personalidad compleja ocupa su lugar y asume esa función del arte; es, de hecho, a su manera, una auténtica obra de arte, teniendo la vida sus propias y elaboradas obras maestras, tal como las tienen la poesía, la escultura o la pintura.

El muchacho era precoz. Recogía la cosecha cuando aún era primavera.

Era como una de esas afables figuras de un espectáculo o representación cuyas alegrías parecen remotas, mientras que sus penas conmueven nuestro sentido de la belleza con las rosas rojas de sus heridas.

El alma y el cuerpo, el cuerpo y el alma, ¡qué misterio encierran! Hay algo animal en el alma, y el cuerpo tiene sus momentos de espiritualidad. Los sentidos pueden refinarse, y el intelecto puede degradarse.

La separación del espíritu y de la materia es un misterio, como lo es su unión.

Siempre nos malinterpretamos a nosotros mismos y rara vez logramos entender a los demás.

Nuestro futuro será igual a nuestro pasado, y el pecado que un día cometimos con pesadumbre de nuevo lo cometeremos muchas otras veces, y con alegría.